Carol

Adaptación a cargo de Phyllis Nagy de una novela publicada en 1952 por Patricia Highsmith, Carol  hizo su aparición por primera vez como un libro titulado El Precio de la Sal.

Era la segunda novela de Highsmith y la publicó bajo el pseudónimo de Claire Morgan, probablemente a causa de su contenido lésbico.

Cuando la novela fue reeditada en los años noventa, Highsmith cambió su título por el de Carol y la publicó ya con su nombre real.

Los prejuicios de la sociedad y las dificultades que sufren para estar juntas acaban teniendo devastadoras consecuencias para sus protagonistas.

La película nos presenta a Therese Belivet (Rooney Mara), una mujer que trabaja en el departamento de juguetería de unos grandes almacenes, que no es feliz con su novio, Richard Semco (Jake Lacy). Cuando una sofisticada mujer de la alta sociedad llamada Carol Aird (Cate Blanchett) pide ayuda a Therese para elegir un juguete para su hija, ambas mujeres sienten una conexión instantánea.

Ambas se sienten irrefrenablemente atraídas la una por la otra. Muy pronto Carol se ve inmersa en una amarga batalla legal para conseguir divorciarse de su marido, Harge Aird (Kyle Chandler).

La negativa visión que tenía la sociedad de las relaciones amorosas entre mujeres en la América de los años 50 tiene consecuencias muy negativas para Carol, cuyo creciente amor por Therese y sus pasadas aventuras pueden provocar que la prohíban volver a ver su hija.

Muchos críticos han subrayado la belleza, la elegancia, la fidelidad histórica y las grandes actuaciones de las que hace gala esta película.

Pero lo cierto es que Carol es una película absolutamente sublime. Su dirección es tan sutil como efectiva, y utiliza todas las herramientas que pone a su disposición el arte de la cinematografía para comunicar información, significado y emoción a partes iguales.

La película tiene un elegante atractivo que la hace casi hipnótica, reproduciendo para los espectadores la inexorable atracción que sus dos protagonistas experimentan la una por la otra de una forma casi perfecta.

La película, en la forma en la que se presenta a la generación actual, puede ser maravillosamente explícita respecto a la profundidad del romance y la tragedia que viven estas dos amantes.

El diseño de producción ha hecho un trabajo magnífico en lo que se refiere al periodo histórico, dado que el vestuario de los años cincuenta y el diseño de los decorados reproducen fielmente este momento del pasado.

El exquisito trabajo de cámara de Ed Lachman captura hasta el más mínimo detalle con una sensibilidad casi táctil, que hace que el espectador se enamore de todo lo que ocurre en pantalla.

El director Todd Haynes también presenta una inconfundible sensibilidad por el periodo y ha elevado el material que se le ha presentado gracias a la libertad que le da el contexto generacional, haciendo un trabajo realmente magnífico.

Es una película de época que consigue esquivar los conocidos mitos de su género, actuando como un poderoso correctivo frente a los numerosos largometrajes anteriores que han repetido hasta la saciedad las mismas imágenes falsas, estereotipadas y a menudo trágicas de lo que fueron las vidas de las personas homosexuales en épocas pasadas.

Pero Carol es mucho más que una simple descripción de la realidad. Esta película también tiene mucho que decir sobre la fuerza, la resistencia y la posibilidad de encontrar la felicidad incluso en la más difícil de las circunstancias.

Por lo tanto, ver a ambas mujeres hacer frente a las dificultades para poder mantener el contacto es algo fascinante. Y lo es porque su historia de amor es absolutamente preciosa.

En esta película, se utiliza una gran cantidad de lenguaje visual. Las miradas y el lenguaje corporal a menudo dicen más que cualquier palabra. Y dicho lenguaje corporal está maravillosamente reflejado, pues muchas veces el espectador sabe exactamente cómo esos dos personas se sienten sin que haga falta que digan ni una sola palabra.

Pero lo que realmente diferencia a esta película de todas las demás son las actuaciones. Son absolutamente sublimes.

Las dos actrices protagonistas, Cate Blanchett y Rooney Mara, hacen que sus personajes sean tan reales, tan humanos, que desearías que existieran en la vida real.

Sus actuaciones realmente merecen todos los premios y nominaciones que han recibido por ellas.

Transmiten perfectamente la sensación de nerviosismo y, a la vez, de emoción que una persona siente cuando se enamora de verdad.

Parece real.

Tienes la impresión de que estás viendo a dos personas que se sienten inseguras, que revelan sólo un poquito de sus verdaderos sentimientos cada vez y que están esperando a que la otra persona les corresponda antes de seguir adelante.

En el caso de Blanchett, este tipo de actuación es algo que prácticamente deberíamos dar por sentado cuando vemos su nombre en el cartel de una película. Después de todo, desde que dio el salto a la gran pantalla, siempre ha sido una de las mejores actrices de cualquier película en la que haya participado. Y, pese a ello, sorprende la trascendencia que alcanza con este papel.

Carol representa al mismo tiempo a una persona reflexiva y dañada, confiada y asustada. Es tan real como puede llegar a serlo un personaje de ficción y el poder de su actuación puede convencer hasta al más conservador de los espectadores de que las personas “diferentes” también son humanas.

En las manos de Blanchett, Carol se convierte en un ser etéreo, una diosa subida a un pedestal, pero consigue que, al mismo tiempo, parezca completamente humana.

Por ejemplo, en su maravillosa escena final con Harge, la cuidadosa y controlada imagen que quiere transmitir Carol se hace pedazos, revelando la castigadora profundidad del dolor que tiene que soportar simplemente por ser ella misma.

Blanchett lo transmite todo con una gran angustia, irradiando amor, alegría, miseria y desesperación a través de unos cambios mínimamente perceptibles en su expresión y con una maestría que solo las actrices más dotadas de la historia del cine son capaces de alcanzar.

Por otro lado, Mara nos ofrece aquí su mejor interpretación hasta la fecha. Su Therese se mantiene silenciosamente en los rincones de su propia vida, intentando no derribar las fronteras que la atrapan, sino encontrar una forma de deslizarse cuidadosamente entre sus grietas para encontrar su propio camino.

Sin embargo, es difícil que el espectador no tenga la impresión de que Mara se encuentra a la sombra de su brillante co-protagonista. A diferencia de Carol, Therese nunca acaba presentándose como un personaje real de propio derecho. Pero debemos ser justos con Mara e indicar que esto ocurre en parte como consecuencia de algunos fallos que presenta el guión.

Por ejemplo, en una película que en otros aspectos es sumamente sutil y delicada, en muchas ocasiones se nos dice que Carol encuentra a Therese irresistible en vez de tomarse su tiempo en mostrárnoslo, lo que debilita la narración y el papel de Mara en su desarrollo.

Por otro lado, no se ha dado tanta importancia a la actuación de Kyle Chandler como a la de sus dos compañeras, pero también hace un trabajo excelente interpretando el marido de Carol.

Representa el papel de esposo torturado sin caer en el error de aparecer como un villano estereotipado. Como espectador, te pones constantemente de parte de las dos enamoradas… pero tampoco odias a Harge y tiendes a simpatizar con la posición en la que se encuentra.

Por ejemplo, hay una escena en la que llega al punto de meterse en la casa en la que Carol y Therese están pasando el fin de semana. Y cuando se le dice que no puede quedarse en ella, realmente te acabas sintiendo mal por él.

Incluso, en ocasiones, llega a dar la impresión de ser una representación oscura en comparación con la mayoría de las formas en las que nos han mostrado esta época en otros largometrajes, pero lo hacen de una manera realmente preciosa.

Como conclusión, si el libro te llegó al corazón, te aseguramos que la película también lo hará. Carol ser quedará grabada a fuego en tu cerebro mucho después de que la película haya llegado a su fin.